Alphaville Videoteca
Archivo audiovisual de cine clásico, independiente, experimental y de culto

El encargo del cazador

España| Documental| 1990|90 minutos
Título original: El encargo del cazador
Dirección: Joaquim Jordà
Intérpretes: Ricardo Bofill, Luis Ciges, Colita
Idioma: Español Subtítulos: No necesita
Formato: DVD-R Calidad: VHSRip
IMDB: http://www.imdb.com/title/tt0388915/

'El encargo del cazador' (1990) es un largometraje documental que retrata la figura de Jacinto Esteva, codirector de 'Dante no se únicamente severo' y amigo íntimo de Jordá durante una época de su vida. Hablar de Esteva significa elaborar al mismo tiempo un doble retrato: el de la 'generación guapa' de la Barcelona de Bocaccio, la famosa 'gauche divine', y el de otro sector de la misma generación, las amistades de Esteva que vivían al límite, peligrosamente: 'El mundo de los ricos y el de los fracasados, y Cinto en el medio, haciendo de nexo' (García Ferrer i Rom, 2001: 107).

A finales del año 1968, la revista Nuestro cine (números 77 y 78) hablaba así de Jacinto Esteva: 'Personaje que parece salido de una película de Nicholas Ray, Jacinto Esteva ha desarrollado hasta ahora una actividad más bien insólita [...]. Talento inspirado y anárquico, Jacinto Esteva es el prototipo de joven director al cual se ha de dar apoyo y animar. Ojalá esta época del cine español sea clemente con él'. Un año después, el número 208 de la revista Film Ideal, en un artículo titulado 'Escuela de Barcelona. Inicio y fin', aportaba este breve currículum:

'Nacido en Barcelona en 1936. Cursó dos años de filosofía y letras en Barcelona y cuatro de arquitectura en Ginebra (1957-1960). En 1960 realizó su primer documental, y en 1961 se especializó en urbanismo en el Institut de la Sorbona. De vuelta a España, en 1962, compaginó su trabajo profesional como arquitecto con la realización de documentales hasta 1965, funda la productora Filmscontacto y se integra definitivamente en el cine. Filmscontacto ha producido 'Lejos de los árboles, Noche de vino tinto', 'Dante no se únicamente severo', 'Cada vez que...' y 'Después del diluvio', a parte de haber colaborado técnicamente en diversos films'.

El periodista remataba el artículo con la frase siguiente: 'Esteva acredita una sensibilidad enfermiza digna de la estirpe de Rimbaud'.

El impulso necesario para que naciera la idea de realizar 'El encargo del cazador' se cocinó lentamente. En 1985, mientras Jordá vivía en Madrid, recibió una invitación para ir a la inauguración de una exposición de Jacinto. Fue la última vez que recibió noticias suyas. En aquella ocasión, Jordá decidió no asistir a la presentación de sus pinturas. Le costaba reencontrarse con un amigo que había sido importantísimo, después de tanto tiempo. Jordá no veía a Jacinto desde el año 1969: 'Fue [...] en el "Alfredo" de Santa María de Trastevere, contemplando, estupefactos, desfilar ante nosotros, con una rapidez endemoniada, las agujas del reloj de la iglésia de enfrente. Era un espectáculo alucinante: el Tiempo había enloquecido, y se perseguía a sí mismo' (Jordá, 1992: 100). Tan solo un mes después de rechazar la invitación, Jordá se enteró de la muerte de Esteva porque recibió una llamada del periódico "El País" solicitándole una necrológica.

Unos tres años después, Jordá recibió otra invitación, esta vez para asistir a un homenaje a Jacinto Esteva que se hacía en la Universidad Autónoma de Barcelona. Como en la tarjeta de invitación figuraba una marca de cava como patrocinadora del acto, Jordá decidió declinar la propuesta. A continuación, recibió una llamada de Dària Esteva, la hija de Jacinto. Le desmintió la idea que se havia hecho del homenaje, le explicó que se trataba de un acto organizado para ella y le pidió que asistiera. Ante esta demanda personal individualizada, Jordá aceptó finalmente viajar a Barcelona.

El homenaje a Jacinto Esteva duró tres días, tres días de gran fiesta y borrachera. Jordá se lo pasó fantásticamente bien y por primera vez en mucho tiempo se reencontró con una Barcelona que creía desaparecida. Conoció gente nueva, como Manuel Delgado, un antropólogo jovencito fascinado por la figura de Esteva, y entroncó una buena amistad con Dària, la hija de su amigo muerto, a quien había conocido cuando era una niña.

A partir de todo esto, Jordá volvió a recuperar el contacto con Barcelona y empezó a viajar de vez en cuando a la ciudad. En una de estas visitas, Dària le propuso montar unas diez horas de material que su padre había rodado en África, básicamente en Mozambique, en 1970. En un principio, Jordá aceptó el encargo, pero durante el viaje en avión hacia Madrid se dio cuenta que no tenía ganas de manipular y recrearse en el material de alguien que había muerto. Le invadió una sensación de necrofagia que lo echó atrás. Ya en casa, llamó a Dària para comunicarle que no se veía con ánimo de asumir lo que le proponía: 'Lo que sí te haré, si quieres, es una película sobre tu padre'.

Jordá empezó una fase de investigación sobre la vida de Jacinto. Por una parte, Dària le entregó un montón de material biográficamente valiosísimo: cartas, fotos, películas, cintas grabadas, pinturas, etc. Por otra parte, Jordá se entrevistó con las personas significativas de la vida de Esteva. Con todo este material, confeccionó una especie de guión, una estructura de secuencias que permitían elaborar un plan de rodaje para empezar a trabajar.

Con esta "escaleta" bajo el brazo, lo primero que Jordá hizo, fue proponer la película a Televisión Española (TVE). Manuel Pérez Estremera y Salvador Agustí entendieron el proyecto y le ofrecieron la cantidad de dieciocho millones de pesetas, presupuesto que Jordá consideró razonable. Sólo hacía falta encontrar una productora. La opción más deseable, aunque imposible, era la de usar Filmscontacto, la productora que había fundado el propio Esteva y marca de muchas películas de la "Escola de Barcelona". Tras sopesar diversas opciones, Jordá ofreció el dinero de TVE al "Institut de Cinema Català", que asumió la producción.

El rodaje de 'El encargo del cazador' se alargó un par de semanas repartidas entre Barcelona, Madrid e Ibiza. En el plan de rodaje inicial, Jordá disponía, además, de una tercera semana de rodaje en la República Centroafricana. Diversas dificultades de producción obligaron a sustituir la exòtica localización por el zoológico de Barcelona. A principios del año 1990, el reducido equipo de la película había conseguido filmar todo el material y unos tres o cuatro meses después Iván Aledo, el montador, y Jordá ya tenían el primer corte. El montaje fue la fase más dura: 'Rodar la película no me afectó demasiado, prepararla y sobre todo montarla sí que me removió cosas, trabajar con sus cintas y con el material fue muy duro para mí. Yo ya había olvidado todo aquello. No veía a Jacinto desde los años setenta. Tenía mi vida en otro sitio' (Vidal, 1992: 54). La primera versión duraba dos horas y veinte minutos.

Televisión Española consideró que este metraje era demasiado largo para que la película se emitiera en horario de máxima audiencia, y mediante un contrato con el "Institut de Cinema Català" obligó a Jordá a dejarla reducida a la versión actual de una hora y cuarenta minutos. Esta operación obligó a sacrificar muchas cosas: 'Era mucho mejor más larga, tenías tiempo para todo, para la risa, para el drama. Tuve que eliminar cosas que hacían respirar y algunos personajes enteros, como el de If, la eterna novia de Jacinto. Es la mujer que falta en el cuadro, la mujer descomprometida y feliz, la que vivió la aventura de los diamantes. Toda la entrevista con ella era como una comedia. Al sacar cuarenta minutos todo quedó más condensado, más rígido y duro. Tuve que cortar lo que no era relevante para la historia, pero sí necesario para la película, las partes que le daban agilidad' (Vidal, 1992: 53-54).

A pesar de la reducción, Televisión Española no estrenó 'El encargo del cazador' hasta el año 1999, nueve años después de su realización. Antes, en mayo del año 1993, la Filmoteca de la Generalitat de Catalunya consiguió una copia y organizó una proyección de la película. Aunque llegó a verla muy poca gente, El encargo del cazador adquirió una cierta resonancia y significó para el cineasta el regreso a la dirección:

'Al terminar la proyección todo el mundo miraba las caras de muchos de los que salían reflejados en la película, escrutaban como reaccionaban a lo que se decía de ellos en la pantalla. Yo no buscaba ni esperaba que aquel psiquiatra que salía en la película hablando de Cinto dijera lo que dijo. Eran cosas muy fuertes, impactantes las implicaciones personales en aquella tragedia familiar: el suicidio del Jacintín (el hijo de Cinto) y la muerte (casi suicidio) del propio Cinto. Toda la historia avanzaba peligrosamente por el difícil terreno personal, en la frontera de lo privado con la cuestión pública. Sin Dària, que controlaba paso a paso y me espoleaba, no habría sido posible' (García Ferrer i Rom, 2001: 108-109).

'Si esta semana voy a África y se cae la avioneta, te ruego que recopiles mis escritos con paciencia y tiempo y que los publiques. Aunque sólo sea para satisfacer a la imbécil vanidad de un muerto. Un fuerte abrazo, Cinto'. Éste es el encargo del cazador, el encargo que Jacinto Esteva dejó por escrito a su hija Dària, y así empieza la película. Sobre unas imágenes filmadas en África de búfalos corriendo y aves carroñeras que levantan el vuelo, la voz cavernosa de Jordá lee las palabras de Esteva que resuenan con la fuerza de un testamento. La siguiente secuencia se rodó en el cementerio de Sant Gervasi de Barcelona y está protagonizada por Dària. La hija de Esteva visita el panteón donde está enterrada toda su familia y a continuación lee de nuevo, como si lo hiciera para si misma, la última parte del encargo de su padre. Dària, a quien Jordá dedica la película, se convierte en la guía que permite al realizador orientarse entre todo el complicado entresijo que rodea a Cinto. En realidad, ella es la única que  está en disposición de hacer ese papel, porque es la que se ha atrevido a sumergirse hasta el fondo en las aguas turbias de las miserias familiares. Finalmente, no solo saldrá con vida, sino que, además, lo hará fortalecida.

A partir de este momento, desfilan por la película una veintena de personas significativas en la vida de Jacinto Esteva. Su hermano Carlos y su hermana Rosa María que recuerda a un hermano especial, una especie de caja de sorpresas continua que ponía constantemente a prueba su amor; sus tres mujeres: Annie Settimó con quién tuvo dos hijos; Romy, la modelo de la "Escola de Barcelona" con quien vivió una relación apasionada y difícil, y Ana Ventosa, la última compañera de Esteva; su amigo Ricard Bofill con quien se fue a Ginebra a estudiar arquitectura; los colegas del mundo del cine Luis Ciges, Pere Portabella, Francisco Ruiz Camps, José Maria Nunes, Manel Esteban, Ramón Eugenio de Goicoechea, Manuel Pérez Estremera y Luis García Berlanga en una sala de proyección; sus amigos de la gauche divine reunidos en Bocaccio y sus amigos de borracheras y timbas infinitas reunidos en un bar de las Galerías Tuset; también a los médicos que lo trataron, el doctor Pozuelo que lo ayudó a salir del alcohol en 1977 y el doctor Tomàs; Julio Garriga, su socio cazador, con quien llegó a tener la primera compañía de caza de elefantes de Mozambique; y, finalmente, el galerista Antonio Leyva que acogió su última exposición de pintura; aparte de sus perros, especialmente Sócrates, y la figura elíptica de su hijo Jacintín que murió antes que él tras ingerir un vaso de cianuro. El suicidio de Jacintín, que en palabras de Dària 'adelanta al padre en su afán autodestructivo', marca los últimos años de vida de Jacinto Esteva y se sitúa como eje vertebrador del proceso aniquilador que lo conduce a la muerte.

Dària es quien logra hilar las aportaciones de toda esta gente, las diversas dimensiones de la vida de Jacinto, así como los espacios que habitó: Barcelona, Ibiza y África. Con valentía y lucidez, es capaz de dar sentido en el collage de piezas que forman la vida de su padre y de resolver a su vez su propia historia personal, un drama doloroso y complejo. Con todo ello, Jordá forma un retrato apasionante, conmovedor e implacable de lo que fue la persona de Jacinto Esteva.

También es Dària quien cierra la película. En la última secuencia, filmada en la casa de Ibiza, reflexiona sobre lo que verdaderamente llevaba implícito el encargo que le dejó su padre: 'Jacinto me pedía que lo mantuviera vivo después de la muerte [...]. Jacinto pedía que lo recordara y que me pareciera a él. Dejó una carta en una caja fuerte del año 1980 pidiéndome que no cayera en la pendiente fácil del sentido común. Eso era pedirme que me pareciese a él'. Y concluye por fin: 'Su encargo se me escapa por completo de las manos'. Repasa entonces los tres intentos de cumplir con el encargo que pesaba sobre ella. El primero, terminar la novela que Jacinto dejó a medias. El segundo, el homenaje que organizó en la Universidad Autónoma de Barcelona. Y el tercero, la película misma. Y sin dejar de mirar a cámara añade: Es imposible explicar a alguien fijándolo en una película porque es como congelarlo y la vida fluye de otra manera, es diferente. Por mucho que hable, nunca conseguiré explicar la historia. En todo caso, quizá sea otro intento'. Para terminar gloriosamente, liberándose de todo el peso que ha cargado durante tantos años: 'Y sobre todo tiene la gran ventaja de que estoy hasta las narices de oír hablar de Jacinto'. Y dirigiéndose a Jordá suplica que la corte. Con toda la intención, el cineasta no reacciona. Entonces Dària mira al operador Carles Gusi. La cámara le sostiene la mirada unos segundos, fijamente, después se pierde en una panorámica hacia la derecha hasta que la imagen se funde en negro y así la película encuentra el mejor final que podía tener.
 

Fuente: http://www.vilaweb.cat/www/lletres/llibre?llibre=1968560

traducido por tah